Vicente Oliver es el secretario de Ayuntamiento que más tiempo lleva en su puesto en el mismo municipio
Desde Mecina Bombarón, donde ejerce, aboga por una apuesta fuerte por la comarca de La Alpujarra para que no se siga despoblando
Esta persona con la que voy a hablar no nació en la Alpujarra pero es un profundo conocedor de esta comarca. Lleva más de tres décadas de secretario del Ayuntamiento de Alpujarra de la Sierra, municipio que engloba los núcleos de Mecina Bombarón, Yegen y el Golco-Montenegro.
Eso le permite hablar de la historia y la intrahistoria de esta tierra. Es propiamente un pontífice rural, un constructor de puentes. En este caso del puente de una herencia que han dejado los alpujarreños que han vivido y el puente de una herencia de futuro de los que viven y tendrán que vivir.
Nadie como él sabe recrear con una sabiduría tan expresiva lo que está pasando en la Alpujarra y nadie como él sabe que esta es una comarca que hay que cuidar si queremos que llegue en buenas condiciones de habitabilidad a nuestros tataranietos.
Cuando sacó sus oposiciones para secretario de Ayuntamiento después de haber cursado los estudios de Derecho, no sabía ni donde estaba Mecina Bombarón. Llegó en 1985 para solo unos meses y allí lleva casi treinta y cinco años.
Se llama Vicente Oliver Fernández, el secretario de Ayuntamiento con más tiempo de servicio en un mismo municipio en toda España y un firme defensor de La Alpujarra como tierra a la que hay que atender ya si no queremos llevarnos sorpresas en el futuro.
El equilibrio natural
«Hay que reconstruir el solar alpujarreño, que va a la ruina. Cuando se transforman las leyes naturales por la ignorancia o la codicia del hombre, cuando este rompe el equilibrio natural, sobre todo en las regiones de montaña, el agotamiento del suelo le responde y el torrente remata la obra destructora. No olvidar que a única salvación es volver las cosas a su primitivo estado de equilibrio».
Este texto está colgado en un cuadro en la Alquería de Morayma y lo escribió un tal José Almagro en 1932. Es un texto que tiene vigencia si atendemos a la nueva transformación que está sufriendo La Alpujarra y a su incidencia en el medio ambiente.
Me dirijo a Mecina Bombarón, donde he quedado con Vicente Oliver, con la mente puesta en algo que he leído sobre la nueva agricultura en la zona. Yo sé que allí, lo mismo que en Bérchules y en otros pueblos, se está dedicando mucho terreno a la habicholilla, al guisante y al tomate cherry, que está generando mucha riqueza en la comarca. Así, sin más, cualquiera podría pensar que se trata de una noticia excelente, pero tiene sus matices.
La riqueza, por lo pronto, no está lo suficientemente repartida porque se está concentrando en manos de muy pocos empresarios agrícolas, algunos de los cuales incumplen con la normativa laboral, por ejemplo, al contratar inmigrantes a los que no dan de alta en la Seguridad Social. Dinero sin controlar. Los empresarios podrían esgrimir que contratan emigrantes porque en la zona apenas hay nadie dispuesto a hacer esta labor de recolección, lo que daría, al menos, para un debate.
Pero los empresarios tienen su teoría que concuerda con una frase que me soltó un importante jamonero de la zona: «Hay gente que prefiere ver siempre a La Alpujarra pobre y atrasada para que le echen fotos los turistas, pero nosotros tenemos el mismo derecho que todos a prosperar y a aprovecharnos de nuestra tierra».
En este conflicto de intereses, los colectivos preocupados por el medio ambiente, por su parte, están denunciando que esas explotaciones agrícolas están necesitando demasiado agua, agua que embalsan los agricultores y no llega a otras plantaciones tradicionales como los castaños y los robledales, lo que rompe el equilibrio natural del que hablaba el señor Almagro en 1932. Sin duda se trata de un problema que resolver. Y con estos pensamientos llegué a Mecina Bombarón, pero no a una conclusión.
Un cocido para empezar
Cuando llego a mi cita son las dos de la tarde y Vicente Oliver acaba de salir de su trabajo. Me dice que es hora de la manduca y me invita a un cocido en el restaurante Joaquín, que está a unos metros del Ayuntamiento. El cocido que nos metemos entre pecho y espalda es de los de mírame y cómeme cuanto antes.
La fisonomía de Vicente corresponde a la de todo un señor que se ha quedado calvo hace tiempo y que pretende entrar en el futuro con una sonrisa amplia y una voz rotunda. Allí, sentados uno enfrente del otro, Vicente me cuenta que nació en Zújar en al año 1955 y que su padre era maestro de escuela en el pueblo.
-Mis padres, Juan y Martirio, eran dos personas excepcionales. Mi padre fue un buen maestro y fue director del grupo escolar de Zújar hasta su traslado a Atarfe en 1967. Mi infancia en Zújar fue muy feliz con mis padres y mis tres hermanos. Zújar es un pueblo al que adoro y al que vuelvo siempre que mis obligaciones profesionales me lo permiten y en donde tengo una casa en la que paso algunas temporadas a lo largo del año.
Estando en Zújar se presentó por libre a la prueba de ingreso en el Instituto Padre Suárez de Granada, en donde cursó sus primeros años de bachillerato. Terminó esos estudios en Atarfe y una vez superado el COU emprendió la carrera de Derecho. Es de la promoción 1974-79. Después de terminar Derecho se fue a la mili.
La hizo en el Ministerio del Ejército en el año 1980. «De aquella época recuerdo con mucha tristeza los atentados sufridos por compañeros a manos de la banda terrorista Grapo«, dice. Después de cumplir con la patria, como se decía entonces, Vicente se presenta a las pruebas para las oposiciones a secretario-interventor de Administración Local y tras aprobarlas hace las prácticas en Peligros.
-Me hice secretario de Ayuntamiento casi por tradición familiar. Tenía dos tíos que lo eran en los ayuntamientos de Huétor Vega y Peligros y una prima hermana en Aldeire y Dólar. Es más, la tradición sigue por parte del hijo de esta prima hermana. Por tanto el querer ser secretario, era algo que había vivido desde joven y era la profesión que en definitiva quería tener una vez terminada la licenciatura en Derecho. Es una profesión que te permite el contacto directo con los vecinos y el estar al servicio de la población para ayudarla a resolver problemas de toda índole que se presentan en estas poblaciones rurales.
Su primer destino -y hasta ahora único- fue Mecina Bombarón, donde llegó sin saber dónde estaba el pueblo. Un año antes se había casado con Ana María, la hija del médico de Zújar que conocía desde niño. Ana María era La novia de siempre.
-Creía que íbamos a estar unos meses, pero ya ves… ¡llevamos 34 años! Creo que hemos durado tanto aquí porque mi mujer se adaptó muy bien a vivir en este pueblo y actualmente goza de gran predicamento entre las mujeres. Fue fundadora y es presidenta de la Asociación de Mujeres y cofundadora y actual vicepresidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres de La Alpujarra Granadina, que engloba a cerca de treinta asociaciones y que tiene su sede social en Mecina Bombarón.
En la mancomunidad
Vicente es de verbo fácil y comprometido. De su boca salen palabras que son experiencia pura. Dice que le gusta su puesto porque habla todos los días con esas personas que, como decía Unamuno, son parte de la intrahistoria de un lugar y que nunca salen en los periódicos pero que al llegar al día se levanten todas las mañanas con el único fin de trabajar.
Durante su estancia en La Alpujarra ha desempeñado la labor de secretario e interventor en distintas etapas en Murtas, Válor y Juviles, donde sigue haciéndolo desde al año 2003.
Igualmente ha desempeñado los cargos de tesorero, secretario e interventor en la mancomunidad de municipios de La Alpujarra desde su fundación en 1995 hasta diciembre de 2018. Ha conocido durante estos años prácticamente a todos los alcaldes y mayoría de concejales de los 25 municipios que forman la mancomunidad, «y por desgracia, a día de hoy conozco a más alcaldes muertos que vivos», dice.
-Llevo tantos años por aquí que ya conozco a los vecinos por los andares. Estoy por ejemplo con el ordenador y oigo pasos y me digo: por aquí viene fulanico. O por aquí viene zutanica. Levanto la cabeza y casi siempre acierto. Me gusta atender a la gente y ayudarle en lo que puedo. Aquí te pueden suceder anécdotas graciosas. Una vez a una vecina le pedimos que nos trajera una fotocopia de un documento de su hija. La señora se presentó al día siguiente con la hija con la intención de que le hiciéramos la fotocopia. ¡Se creía que había que meter a la niña en la fotocopiadora! jajajaja.
A Vicente le duele mucho el despoblamiento que sufre La Alpujarra. Lo veo, veo sus gestos de sosiego enérgico, sus ojos pensando en su interior cosas de fuera y poniendo posibles soluciones a este problema. Dice que ni esa riqueza que da el cultivo de verduras puede acabar con la emigración joven y constante hacia las grandes ciudades.
El municipio en el que él es secretario llegó a tener hasta 3.000 habitantes y que ahora no llega a 900. «En la habicholilla y el tomate casi todos los que trabajan son emigrantes que cuando acaban la temporada vuelven a sus países de origen o se van a otro sitio», afirma.
La solución está en que la Alpujarra prospere pero sin poner en peligro el privilegiado ecosistema que tiene la zona. ¿Pero hay algún colectivo o institución con los suficientes arrojos para llevar a cabo la tarea? Ese es asunto. Comenta que, precisamente por defender La Alpujarra de algunos desmanes, le han rajado alguna vez que otra las ruedas del coche y le han atorado la cerradura de su casa.
Con respecto a su labor como secretario municipal, dice que consiste principalmente en dar fe pública y asesoramiento legar y como interventor el control y la fiscalización interna de la gestión económica y presupuestaria.
-Me he peleado muchas veces con los alcalde por el tema de los presupuestos. Y les he dicho siempre que hay que cuidar más el dinero público que el suyo propio. Prefiero echarles la bronca para que no haya desvíos antes que verlos en una noticia de periódico. Ser secretario municipal es una labor que me ha atraído siempre. He tenido la inmensa suerte de ejercer la profesión que me gusta y además hacerlo en un lugar privilegiado, con un clima excepcional, un paisaje inigualable y rodeado de personas con una gran calidad humana.
La labor de Vicente ha sido reconocida en diversa instituciones de ámbito comarcal y nacional. Fue ‘alpujarreño del año’ en 1999 y tiene la medalla de plata que le otorgó la Asociación Cultural Ciudad de Órgiva.
Vicente tiene una hija de 32 años que se llama Ana, «que no le gusta tanto como a nosotros vivir aquí, por eso trabaja fuera».
Entre sus pasatiempos favoritos está la lectura. Vicente es un empedernido lector de periódicos.
-He llegado a leer hasta cinco y seis diarios al día en papel. Eso era otra época, cuando aquí había una librería y punto de venta de periódicos. El negocio era de un amigo y llegamos a un acuerdo: yo le compraba el periódico todos los días y él me dejaba que leyera en mi casa otros tres o cuatro. No se los podía estropear porque así él los podía devolver al día siguiente, jajajaja. Desgraciadamente ya no hay punto de venta y no se vende ni un periódico de papel en todo el municipio. Por eso ahora sigo leyendo periódicos digitales.
El secretario parece un hombre feliz en la comarca que le ha acogido, una comarca que no piensa abandonar por ahora.
-Nunca he pensado en trasladarme a ejercer mi profesión a otra localidad y si Dios quiere y me da salud me jubilaré dentro de dos años en el municipio donde empecé a ejercer mi profesión.
Fuente granadahoy.com
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